domingo, octubre 09, 2005

Ébano

Cuando empecé a leer este libro del Kapuchinski (en realidad, Ryszard Kapuscinski, y no puedo poner las tildes polacas porque el ordenador no me deja), pensé que tal vez no era África lo que estaba contándome, sino sólo su África. Una jilipoyez mía, claro. Así que hice caso a las múltiples voces que me lo recomendaban --Pawley, la Espia, mi amigo Bernardo-- y empecé a acompañar a este polaco cabezón, curioso hasta la naúsea y nada complaciente en sus paseos por Senegal, Ruanda, Eritrea, Tanganica o Ghana. En realidad, los nombres de los países y las fronteras no importan mucho; y aunque aún tengo mis dudas de que el Africa de Kapuchinski coincida con la mia, me gustó mucho acompañarle en esos viajes extraños fuera de las rutas habituales, y sentir con él los olores, los colores y los sabores de un continente del que ignoro casi todo. Eso sí me quedó claro.

Me pregunto, eso sí, que pensará Juan, que conoce bien África, de Kapuchinski.



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